
Para esta nueva entrada quiero recordar una de las últimas frases de mi entrada sobre mi colegio y mi escuela de música. Al final de esta yo decía que igual, quizá, era necesario darle una o dos o tres vueltas al sistema educativo. Claramente yo no he inventado nada nuevo y no creo que lo haga, y esta idea de que el sistema educativo no está del todo bien tampoco es mía. De hecho parece ser que hay gente a la que le parece incluso peor que "no del todo bien", sino que por ellos el sistema podría desaparecer y eso que ganaríamos.
En lo que escucho un poco de Aurora, "Cure for me", hablo un poco sobre el tema.
La primera persona a la que voy a presentar y quien también fue la que me dio un golpe de realidad cuanto menos considerable en cuanto a la educación pública es Iván Illich. Este pensador anarquista en su obra "La sociedad desescolarizada", título que nos puede dar algunas pistas, critica el sistema educativo y trata de proponer vías alternativas de adquisición de conocimientos.
Su ideario se puede resumir, como vimos a principios de cuatrimestre, en tres mitos sobre los cuales yo tenía pocas dudas hasta poco después de las vacaciones de Navidad.
- Empezamos fuerte con que la escuela es un igualador social. Illich no solo considera que la escuela no elimina la desigualdad entre ricos y pobres, sino que consigue que esta sea mayor aún. Esto se debe a que la educación pública permite que tanto los ricos como los pobres aprendan gracias a la contribución de todo el país. Sin embargo, eso que todos debemos pagar para que el sistema sea posible no supone nada para los ricos, pero mucho para aquellos que no tienen tantos recursos. No solo eso, sino que además en la escuela se enseña a las niñas y niños contenidos, habilidades y formas de expresiones típicas de las clases más altas, a pesar de que la mayoría de ellos y ellas no podrán alcanzar ese nivel sociocultural. Todo esto también lo hemos hablado en sociología. Todo este lenguaje, contenidos, formas de entender la vida... y que se obtiene a través de la socialización, en este caso en las clases, se le llama capital cultural. Este puede facilitar o dificultar el trabajo en el colegio dependiendo si es parecido (continuidad) o diferenciado (desconexión) al que reciben en casa los niños y niñas. (Hablando de niñas, estoy escuchando "La niña" de María Peláe).
- La segunda cuestión es que el modus operandi de los docentes para dar clase y evaluar a las alumnas y alumnos, es visto como eficaz para favorecer la adquisición de conocimientos. No obstante, esto no concuerda con la forma principal en la que de manera natural adquirimos la mayoría de conocimientos a lo largo de nuestra vida. Observando, imitando, mediante práctica... y fallando, fallando mucho. Es verdad que esto, al menos a mi parecer, está cambiando y se están empezando a utilizar metodologías mucho más eficaces que antes para enseñar.
- Por último, se defiende que únicamente los profesionales de la educación titulados como tal puedan enseñar "como es debido" a otras personas. Esto da lugar a que personas que tienen habilidades suficientes para contribuir en la formación de las personas, no puedan hacerlo de la manera más eficaz y no se reconozca como un aprendizaje válido.
Illich, además de hacer críticas, propone algunas alternativas como el "educrédito", que permite recibir educación sobre cualquier habilidad en cualquier momento de su vida y que está a cargo del Estado.
Sin embargo, me apetecía ahondar en otras alternativas a la escuela tal y como la conocemos.
- Una de estas podría ser "El aula sin muros" de McLuhan, quien explica que la escuela se debe adaptar a los nuevos medios de comunicación de masas. Es necesario que la educación de un giro orientado a la utilización de la televisión, el periódico, las películas... como recurso didáctico para la vida. El autor explica que las habilidades más importantes que deben enseñarse, en la línea de los medios de comunicación, son las de razonamiento y pensamiento crítico por la inmensa cantidad de información que todos estos recursos aportan. Esto se ha intensificado con la aparición de las redes sociales, en las cuales no es necesaria ningún tipo de revisión o verificación de dicha información, lo que facilita la proliferación de "fake news" como explica Marian Alonso González (2019).
- El segundo autor es Goodman (1964), que como Illich, considera que la mayoría de estudiantes, principalmente de clases bajas y medias, estarían mejor si el sistema educativo actual no existiese, al cual califica de trampa obligatoria. Hace la reflexión a través de varias preguntas que parten del abandono escolar. Sin embargo también expone que la educación en casa y en "la calle" pueden suponer muchos problemas también. Todo esto referido a la educación primaria, aunque también tiene capítulos para la secundaria y universidad. (Cambio de canción a "Doomsday blue" de Bambie Thug). Sobre la etapa de primaria, el autor recoge 5 propuestas que consisten en separar a los alumnos de la escuela por un periodo de tiempo. Un ejemplo que me parece interesante es crear pequeñas sociedades de niños y niñas de la misma edad y que vivan cerca para que pasen tiempo conviviendo en vez de en la escuela durante algunos cursos. Explica que esta idea no causaría ningún retraso académico dado que en unos 7 meses pueden recuperar 7 años de trabajo escolar. En cuanto a esto último soy un poco escéptico. Otra de sus propuestas es sacar a las alumnas y alumnos de la clase en determinados temas que se pudiesen estudiar directamente en el lugar en el que ocurren (museos, fábricas, parques o incluso la calle), ya que tiene mayor valor que simplemente explicárselo de manera artificial. Esta propuesta es parecida a otra que habla de lo mismo, pero, en vez de con los lugares, con los profesionales que desempeñan ciertos trabajos. Esta idea sigue la línea del mito que expone Illich sobre que solo los docentes pueden educar correctamente. El autor también considera interesante crear muchas miniescuelas en vez de una grande en las que se aúnen el aprendizaje con el juego y la vida social.
- Por último quería mencionar a otros autores que también pertenecen a esta corriente pedagógica en contra de la escuela, pero de los que he encontrado más bien poca información. El primero es John Holt, quien defiende fervientemente que el aprendizaje debe aportar felicidad, pero que el sistema devasta esa alegría que los niños y niñas tienen en sus primeros años de vida y reorienta el objetivo a conseguir notas altas mediante el miedo, matando la curiosidad. El segundo es Everett Reimer, del que sé incluso menos, pero que también defendía la desescolarización y era amigo de Illich.
No veo mucho futuro a todas estas propuestas y mucho menos por mi parte a pesar de que me gustaría mucho ponerlas en práctica porque la estructura actual está muy arraigada a la sociedad en la que vivimos y para cambiarla haría falta cambiarlo todo. Lo que si que creo que se puede conseguir y que espero es tomar ideas de las mismas para aplicarlas ya que veo mucha utilidad en ellas, lo que ya se hace, más o menos. La propuesta de Goodman de llevar a los niños a museos, parques, fábricas... se ha hecho en todos los cursos en mi colegio, al igual que la de traer profesionales de distintos campos y me encantaría traer esas actividades a mis alumnas y alumnos dado que a mí me encantaban.
Pero bueno, ya se verá, no me voy a adelantar que no me gusta hacerme spoilers y todavía me queda un rato hasta llegar a eso.
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